Colores pastel, filtros y un romance bendecido entre peras y manzanas son las claves del bodegón del nuevo siglo.
Ya lo dicen en cualquier parte que las fotos luminosas tienen más éxito (traducido en likes) que las oscuras. Así que las composiciones con frutas y otros alimentos de antaño, caracterizadas por el fondo negro, han dado paso a otras mucho más claras, incluso asépticas y esterilizadas. Eso lo sabe bien Florent Tanet, una fotógrafa y directora de arte francesa, quien reconoce encontrar la inspiración en el trabajo de fotógrafos holandeses o escandinavos como Carl Kleiner, Wyne Veen, Samuel Henne, Scheltens & Abbenes y que tiene el minimalismo como máxima.
Tal y como explicaba Florent a La crèmerie, a ella lo que le gusta es explorar situaciones y objetos cotidianos. “Presto atención a aquello que nos pasa desapercibido. Me gusta resaltar los pequeños detalles de nuestro día a día para sacar de ellos su lado más extraordinario y poético”, afirmaba. “Los bodegones históricamente se han referido al objeto y lo que me atrae de ellos es la fuerza que se obtiene en estas producciones a partir de la sencillez”.